Acá se rebela una mujer que se encuentra a sí misma en la pasión: Hay besos que producen desvaríos de amorosa pasión ardiente y loca, tú los conoces bien son besos míos inventados por mí, para tu boca.
Nunca, mujer, rayo de luz, pulpa blanca de poma, suavices la pisada que no te hará sufrir.
Canta a lo efímero, lo que se descompone, a lo urbano y sus habitantes anónimos, a la moral ambigua que se pregunta por el remordimiento y a todo lo marginado y lo tabú el vino, las prostitutas, los mendigos, el amor lésbico, el sexo.
Como anécdota, Cercas grabó este poema en el Cusco, durante la realización del Hay Festival, que el año pasado se celebró en Arequipa y la capital de los Incas.
Pero lo llamativo es el primer verso, que en pleno verano interrumpe la tempestad.
Cuando sujeto al corazón la espada, cuando aguanto en el alma la gotera, cuando por las ventanas un nuevo día tuyo me penetra, soy y estoy en la luz que me produce, vivo en la sombra que me determina, duermo y despierto en tu esencial aurora: dulce como las uvas, y terrible, conductor del azúcar y el castigo, empapado en esperma de tu especie, amamantado en sangre de tu herencia.